
Hebras de soledad. La sed del alma germina una explosión de azogue y ocre, y en el aire se arbola de finísimos tentáculos. No te detengas, surge, amanece convulso, laberinto, encarámate al aire como una enredadera de temblores desde el oscuro y fragmentado púrpura. Que los plurales dedos encrispados de tus brazos esquivos emanando sorban la sangre que emerge hacia la tarde, mientras esa bandada -tiznas- de voraces ápices picotea de negro las siluetas sobre el latido opaco del paisaje córvido. |
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