Descubre tu presencia y mátenme tu vista y hermosura. (Cántico espiritual, 11, san Juan de la Cruz) Alee pensamientos tu frágil estructura de pavesa y bébete en los vientos la luz que te atraviesa, la luz que purifica y que no cesa. Trace el zig-zag lejano que dibuja tu voz de mariposa el signo que Su mano, hecho de vuelo y rosa, así le plugo darte generosa. Suba tu inquieto vuelo la senda boreal al alto faro. E, incendiado tu anhelo, entrégate al amparo del brazo que te ofrece Su consuelo. Que no aparten los ojos abiertos en los peplos de tus alas la vereda de abrojos que tientan las escalas, por que Él quiera limpiarte de rastrojos Entrégate sin pausa al velo musical de grácil tono que sin sabida causa emana de Su trono y tiéndete en Su seno en abandono. Gira, lábil vidriera, arde en la cegadora mansedumbre y acabe tu carrera en tan subida cumbre, pues sólo se halla calma con Su lumbre. |
(Comentario del autor: Todo símbolo es lo conocido que, superando su significado evidente o inmediato, expresa la vida y el sentido de lo inexpresable, de lo que va más allá del alcance de la razón. La mariposa, por su capacidad de transformación, ha sido en diferentes culturas el símbolo de la inmortalidad, el renacimiento y la resurrección; de la libertad y del profundo deseo humano de felicidad. En el poema, la mariposa se toma como símbolo del anhelo místico del hombre, de su unión íntima con la divinidad a través del amor. En estos versos mi voz es de otro canto, el de san Juan de la Cruz, a modo de atrevido y modesto homenaje).
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